Fragmento de Dietas mentales, de Neville Goddard
Hablar
con uno mismo es un hábito del que todo el mundo es consciente. No
podríamos dejar de hablar con nosotros mismos más de lo que
podríamos dejar de comer y beber. Todo lo que podemos hacer es
controlar la naturaleza y la dirección de nuestras conversaciones
internas. La mayoría de nosotros somos totalmente inconscientes del
hecho de que nuestras conversaciones internas son la causa de las
circunstancias de nuestra vida.
Se nos ha dicho que: “Como un hombre piensa en su corazón, así es él.” ¿Pero sabemos que los pensamientos del hombre siguen los rastros dejados por sus propias conversaciones internas? Para hacer que los rastros a los cuales está atado vayan en la dirección en que él quiere ir, él debe apartar su anterior conversación, lo que es llamado en la Biblia el Hombre Antiguo, y ser renovado en el espíritu de su mente. El habla es la imagen de la mente; por lo tanto, para cambiar su mente, él debe, primero, cambiar su habla. Por “habla” se entiende las conversaciones mentales que mantenemos con nosotros mismos.
El mundo es un círculo mágico de infinitas transformaciones mentales posibles, pues hay un número infinito de conversaciones mentales posibles. Cuando el hombre descubra el poder creativo del hablar interno, realizará su función y su misión en la vida. Entonces él puede actuar hacia un propósito. Sin tal conocimiento, él actúa inconscientemente. Todo es una manifestación de las conversaciones mentales que transcurren en nosotros sin ser conscientes de ellas. Pero como seres civilizados, debemos volvernos conscientes de ellas y actuar con un propósito.
Las conversaciones mentales de un hombre atraen su vida. En tanto no haya cambio en su hablar interno, la historia personal del hombre sigue siendo la misma. Pretender cambiar el mundo antes de cambiar nuestro hablar interno es luchar contra la naturaleza misma de las cosas. El hombre puede dar vueltas y vueltas en el mismo círculo de decepciones y desgracias, no viéndolas como causadas por su propio hablar interno negativo, sino causadas por los demás. Esto puede parecer descabellado, pero es una cuestión que se presta a la investigación y a la experimentación. La fórmula que el químico ilustra no es más ciertamente probable que la fórmula de esta ciencia por la que las palabras son vestidas de realidad objetiva.
Se nos ha dicho que: “Como un hombre piensa en su corazón, así es él.” ¿Pero sabemos que los pensamientos del hombre siguen los rastros dejados por sus propias conversaciones internas? Para hacer que los rastros a los cuales está atado vayan en la dirección en que él quiere ir, él debe apartar su anterior conversación, lo que es llamado en la Biblia el Hombre Antiguo, y ser renovado en el espíritu de su mente. El habla es la imagen de la mente; por lo tanto, para cambiar su mente, él debe, primero, cambiar su habla. Por “habla” se entiende las conversaciones mentales que mantenemos con nosotros mismos.
El mundo es un círculo mágico de infinitas transformaciones mentales posibles, pues hay un número infinito de conversaciones mentales posibles. Cuando el hombre descubra el poder creativo del hablar interno, realizará su función y su misión en la vida. Entonces él puede actuar hacia un propósito. Sin tal conocimiento, él actúa inconscientemente. Todo es una manifestación de las conversaciones mentales que transcurren en nosotros sin ser conscientes de ellas. Pero como seres civilizados, debemos volvernos conscientes de ellas y actuar con un propósito.
Las conversaciones mentales de un hombre atraen su vida. En tanto no haya cambio en su hablar interno, la historia personal del hombre sigue siendo la misma. Pretender cambiar el mundo antes de cambiar nuestro hablar interno es luchar contra la naturaleza misma de las cosas. El hombre puede dar vueltas y vueltas en el mismo círculo de decepciones y desgracias, no viéndolas como causadas por su propio hablar interno negativo, sino causadas por los demás. Esto puede parecer descabellado, pero es una cuestión que se presta a la investigación y a la experimentación. La fórmula que el químico ilustra no es más ciertamente probable que la fórmula de esta ciencia por la que las palabras son vestidas de realidad objetiva.