Aunque aparentemente tienen el mismo objetivo, el ego y el Ser no comparten la misma estrategia. Mientras el primero va buscando amor, seguridad y reconocimiento fuera, el otro respira y se aquieta y sabe que es de Él de donde proceden todas las cosas.
El ego marcha de la seguridad en pos de la seguridad. Deja el amor por buscar el amor, abandona la paz para ir a imponer su paz así sea armando su propia guerra. Batalla sin descanso por conseguir lo que quiere. Se mueve rápido de meta en meta. Desea intensamente. Lucha y se frustra cuando no consigue. El ego nunca tiene suficiente porque cuando suple un deseo o una necesidad, atrás llega otro deseo u otra necesidad para tentarlo. Y así vive, y así crece, alimentándose de su insatisfacción constante.
El Ser, más por ser viejo que por Ser, sabe que ese camino da muchas vueltas pero al final regresa siempre al punto de partida. A la raíz, a la esencia. Y entonces... ¿Qué sentido tiene salir a conquistar lo que ya se posee? ¿Para qué entrar en esa carrera inútil, para qué participar en esa absurda maratón sin premio?
Si el ser tiene consciencia de ser Ser en todo momento, el ego jamás admitirá que es ego. A menos que lo detengas, seguirá corriendo.