Culpa no, responsabilidad.



Dejemos de culpar a los padres por lo que nos hicieron, a los hijos, a la crisis, al sistema, a los políticos. Asumamos la responsabilidad en el proceso de creación, ese es el primer paso para modificar nuestra vida. Constantemente estamos creando para bien, ¡qué bueno!; para mal, ¡qué mal! La noticia esperanzadora es que todo aquello que tiene lugar en nuestra experiencia es susceptible de ser mejorado por la acción del pensamiento. Sin embargo, algunas veces resulta más fácil que otras, no siempre se avanza en línea recta.

Muchos logran hacer grandes progresos en algunas áreas, en otras, aún siguen experimentando circunstancias negativas y se preguntan si se lo merecen, si han de sentirse mal porque no consiguen, a pesar de poner en práctica las técnicas de enfoque, ganar todo el dinero que necesitan para pagar la hipoteca o retener a la pareja a su lado.

Y no, no han de sentirse mal, no han de culparse por ello. Se ha de asumir la responsabilidad, no la culpabilidad. No sirve de nada flagelarse porque algunas cosas no han salido como esperábamos, porque una circunstancia negativa se ha manifestado a pesar de que hemos intentado hacer lo correcto. La culpa nos detiene, la responsabilidad nos lleva a hacer cuanto sea necesario.

Hemos iniciado un proceso de aprendizaje que dura toda la vida. Hay que ir poco a poco, tratarnos como a niños que empiezan a dar sus primeros pasos. Un niño a veces se cae, pero siempre se levanta. ¿A que no culparíamos a un niño de sus caídas, a que lo animaríamos a seguir intentándolo? Pues esa es la actitud que hemos de tener con nosotros mismos. Si las cosas nos salen bien, celebrarlas y si nos salen mal, sacudirnos el polvo y seguir avanzando.