¿Quieres ser feliz o prefieres tener la razón?
















Cuántas veces te enzarzas en una discusión con tal de no darle gusto a tu interlocutor, porque quieres demostrar que sabes más o porque no estás dispuesto a que nadie ponga un pie por delante de ti. No soportas que te lleven la contraria ni que Fulanito opine cuando tú sabes perfectamente que no tiene ni la más remota idea del tema en cuestión. Tú tienes la razón y se lo piensas demostrar al mundo.


Debido a esa necesidad de salirte con la tuya entras en una competencia absurda, emprendes una carrera ciega con tal de ganar. A veces, incluso, se te ha visto poner zancadillas para garantizar el tropiezo de tu rival. Has urdido retorcidas tramas y puesto en marcha oscuros planes con tal de dejar fuera de juego a tu adversario, hasta que por fin llega el día en que te das por satisfecho, ya está, lo has conseguido. Has demostrado a todos que eres tú quien está en lo cierto. Pero... ¡sorpresa!, contra todo pronóstico no te sientes realizado Sí, has conseguido subirte al podio, pero a qué precio. Has sacrificado en el camino tu bienestar, quién puede sentirse a gusto con el gesto tenso, la vena de la frente a punto de reventar, la mandíbula y los puños apretados, con la tensión arterial a mil. Estás estresado, irascible, has descuidado tu proyecto personal, la energía que deberías haber empleado en conseguir tus metas la has malgastado en competencias absurdas. No te engañes, en este tipo de lances nadie resulta vencedor.


Así que pasa de las discusiones, de los retos, de los pulsos, de los juegos de poder. Cuando alguien dé su punto de vista y éste no coincida con el tuyo, reconoce que es libre de opinar cuanto quiera, no serás tú quien le obligue a ver las cosas de otro modo. Te ha de bastar con saber que estás obrando bien: tal y como debes, esa es la única manera en que verdaderamente puedes cambiar el mundo, a partir de tus pensamientos, tus palabras y tu acción. No modificando los pensamientos, palabras ni acciones ajenas, cada uno es responsable de sí mismo.


Qué sentido tiene ir por la vida dando lecciones a los demás, demostrando quién eres, cuanto sabes, de lo que eres capaz, ninguna de esas medallas que ostenta tu ego, te traerá la felicidad.