Fractales, encontrando el orden en el caos.

Fractal: forma irregular que se repite n veces, donde la totalidad es igual a cualquiera de sus partes. Tanto si lo acercas como si lo alejas siempre tiene la misma estructura. La sencillez y eficacia de su diseño ha hecho que la selección natural opte por la geometría fractal una y otra vez a lo largo del proceso evolutivo. Encontramos fractales en nuestros pulmones, en los vasos sanguíneos, en flores, plantas, en el ritmo del corazón.
Para crear uno, tendríamos que tomar una forma de aspecto suave y fragmentarla varias veces hasta originar estas estructuras geométricas irregulares de detalle infinito. Muchas estructuras naturales son de tipo fractal: las nubes, las montañas, los copos de nieve, el sistema del tiempo. Las matemáticas clásicas enuncian que todo se reduce a formas regulares, superficies planas, círculos, pirámides, dodecaedros de bordes suaves diseñados para estudiar el mundo que hemos creado. Los elementos que ya estaban ahí antes de que el hombre llegara son totalmente ajenos a las matemáticas clásicas.
La clave de la geometría fractal radica en que si contemplamos la superficie advertimos complejidad, pero si observamos detenidamente los patrones subyacentes entonces aparece el orden en el aparente caos. Podríamos describir las flores, las nubes y las personas con fórmulas, otro tipo de fórmulas que nos llevan a otro tipo de geometría: la geometría fractal.
Gregg Braden, en su libro "El tiempo fractal", trata estos temas y expone las siguientes consideraciones al respecto:
Nuevos descubrimientos demuestran que podemos pensar en el tiempo como una categoría que sigue los mismos ritmos y ciclos que lo regulan todo; desde las partículas hasta las galaxias. La teoría de la relatividad de Einstein unió para siempre nuestra idea del espacio y del tiempo en una sola categoría llamada el espacio-tiempo. Todos los eventos de la vida cotidiana (romances, guerras, órbitas planetarias, fluctuaciones del mercado bursátil, surgimiento y decadencia de civilizaciones, etc.) suceden dentro del espacio-tiempo. Las cosas que suceden en el espacio-tiempo siguen ritmos naturales.
Podemos pensar en las cosas que suceden en el tiempo como "lugares" dentro de los ciclos; puntos que pueden medirse,calcularse y predecirse. Si sabemos donde estamos en un ciclo, entonces sabremos qué esperar cuando se repita. Un calculador de los códigos de tiempo nos muestra cuándo podemos esperar que se repitan las condiciones del pasado, pero no los eventos. Los elementos o condiciones para la repetición de los ciclos de tiempo están siempre presentes, sin embargo la manera en que estos se desarrollen está determinada por las decisiones que tomemos en la vida;de ahí que saber por anticipado en donde tendrán mayor impacto pone la balanza a nuestro favor a medida que completamos el ciclo que mantiene nuestro bienestar en equilibrio, y en última instancia, nuestra supervivencia. Y todo ello sin perder la novedad y el sabor del misterio de la vida y el futuro pues sólo son las condiciones y no los acontecimientos los que se repiten.
La naturaleza utiliza unos pocos patrones simples, auotsimilares y repetitivos - fractales - para crear energía y átomos en las formas familiares de todas las cosas, desde raíces, ríos, árboles, hasta rocas, montañas y seres humanos... Todo lo que necesitamos entender del universo está en la simplicidad de cada una de sus partes. Desde la visión fractal del universo de Mandelbrot en los años 70, hasta las aplicaciones de Lloyd quien construyera el primer computador fractal en el 2006, confirmando las teorías de Zuse de los años 40, y en correspondencia con la antigua sabiduría de todas las civilizaciones sobre la naturaleza del universo; los principios de autosimilitud son la constante de la creación desde el microcosmos hasta el macro cosmos ( "... a su Imagen y semejanza..."), entendidos como fractales o patrones naturales capaces de combinarse, repetirse y crearse a sí mismos.
Así, desde los yantras tibetanos hasta la sección áurea de los sumerios, egipcios y griegos, estos patrones naturales han sido desde siempre identificados en correspondencia con la proporción matemática del número phi, o la más contemporánea serie Fibonacci, donde lo más sorprendente es la universalidad de su intrínseco paradigma de belleza natural que podemos encontrar tanto en la relación de las proporciones del cuerpo humano, las órbitas de los planetas, o los espirales del ADN, etc., como si la
especie contuviera un programa prediseñado para reconocer y sentirse atraídos por este patrón.