
Con esta teoría se da explicación a fenómenos como el poder curativo de la oración, el efecto beneficioso de los cuencos tibetanos, las afirmaciones positivas, los mantras, entre otros. De la misma forma que el ADN puede ser dañado si se expone a una radiación maligna, también puede ser sanado si le aplicamos la radiación adecuada. El quid de la cuestión radica en encontrar la frecuencia justa que resuene con nuestro yo interior.
Siendo así, cabría afirmar que los seres vivos llevamos en nuestro seno una partitura de nucleótidos que, al ejecutarse, da como resultado la composición musical que somos; una melodía que resuena dentro de una sinfonía universal.